Luis «Toto» Caputo había dado una primera pista, al agradecer el apoyo del economista Ricardo Arriazu en un debate sobre el plan de estabilización. En esa discusión, Arriazu había defendido con vehemencia la opción de bajar las tasas de interés.
Era una opinión minoritaria, dado que sus colegas habían dejado traslucir sus temores de que esa medida se pudiera traducir en volatilidad cambiaria y en un repunte de la inflación. Pero Arriazu argumentaba que el gobierno tenía la oportunidad de trasladar crédito al sector privado e incentivar a los bancos a una baja de las tasas.
Apuntaba que en las últimas semanas habían empezado a crecer más rápido los créditos que los depósitos bancarios, lo cual interpretaba como un indicador de confianza en la economía.
«A mí me preocupa cuando la gente dice falta un programa económico. Un programa económico en realidad es restaurar los equilibrios macro, eliminar la inflación y dejar la iniciativa privada», era la frase de Arriazu citada por el ministro de Economía.
No fue la única pista. También el llamado al canje de deuda en pesos para «patear» vencimientos por $54 billones -equivale a unos 64.000 millones al cambio oficial- implicaba un riesgo si no se daba un «empujón» a los bancos. Ocurre que, en esta licitación, los inversores privados no venían manifestando entusiasmo con la leve mejora en la tasa, porque como contrapartida perderían su seguro de liquidez -«puts», en la jerga financiera-.
En consecuencia, una forma de convencer a los bancos de tomar los nuevos títulos es hacer menos atractiva la alternativa, que era la colocación de la liquidez sobrante en pases del Banco Central, por los que estaban cobrando una tasa de 8,3% mensual.
Y no terminaban ahí los anuncios tácitos. En cada entrevista periodística o exposición pública, Caputo destacaba, como uno de los pilares de su plan, el recorte real de la base monetaria, lo cual permitía la moderación inflacionaria y el saneamiento del Banco Central. Un recorte de la tasa iba en línea con el mantenimiento de esa estrategia, porque implicaría inyectar menos pesos por concepto de pagos de interés.
Y, además, sería una señal al mercado en el sentido de que el gobierno confía en una desaceleración de la inflación para los próximos meses. Tras haber insinuado que podría ubicarse en 15% para la medición de febrero, finalmente la noticia de que el IPC fue de «sólo» un 13,2% fue bien recibida.
Una medida que sorprendió al mercado
Pero lo cierto es que la percepción del mercado era que el gobierno no se iba a animar a alterar el esquema monetario. Desde los bancos se dejaba traslucir la sensación de que era arriesgado bajar las tasas de interés antes de que el IPC se ubicara en un dígito, algo que recién podría ocurrir en mayo, según los economistas que participan en la encuesta REM.
El Banco Nación comunicó una corrección a la baja en sus tasas de crédito para el agro.
«Sería una locura y un gran error», decía un ejecutivo de uno de los tres bancos privados más grandes del mercado, ante la pregunta de si sería o no conveniente una baja de la tasa de interés.
Lo raro es que, a primera vista, los bancos parecían los principales beneficiados, dado que abarataría su costo financiero por mantener plazos fijos -sobre todo después que, a fin del año pasado, lo que perciben por colocar pases en el BCRA es 10 puntos más barato que lo que pagan por la tasa nominal anual de a los ahorristas-.
Pero lo que predominaba era el temor a la volatilidad. Sobre todo, los más críticos adverían sobre un peligro latente para uno de los pilares del plan económico, como la acumulación de reservas en el Banco Central. El argumento era -y sigue siendo- que una baja de las tasas haría que, desde el punto de vista de los productores agropecuarios, se tornaría menos atractiva la exportación, porque con el sistema «blend» reciben el 80% de su ingreso en pesos, al cambio oficial.
Así, con menos incentivo a vender y más incentivo a la retención de mercadería, el resultado sería una menor capacidad de compra de divisas por parte del Banco Central. Es decir, pondría en riesgo uno de los logros más celebrados por el gobierno, que en los últimos tres meses pudo comprar más de u$s9.000 millones.
El fantasma de la fuga de ahorristas
En los próximos días habrá más claridad respecto de quién tenía razón. Pero ya la primera jornada dejó algunos indicios de lo que puede ocurrir. Para empezar, que los bancos decidieron rápidamente volver a la «normalidad» de pagar una tasa pasiva menor a la que ellos cobran por los pases, después de tres meses de estar con un spread negativo.
Las nuevas tasas de los bancos para los plazos fijos están en la franja de 70%-75% nominal anual, lo que equivale a un rango 5,8%-6,25%. Para que en marzo la tasa real del plazo sea igual a la obtenida en febrero, se necesitaría que la inflación cayera al rango del 10%.
Y, medida en dólares, parece imposible repetir la insólita tasa real de 26% obtenida en febrero, algo que fue posible por la abrupta caída del dólar paralelo.
Lo cual lleva a la pregunta de si puede concretarse una fuga masiva de depositantes en busca de opciones más rentables, incluyendo al dólar, que ahora es percibido como barato para la compra.
«No vemos un riesgo de salida de depósitos», manifiesta confiado un ejecutivo de un banco grande. Pero no descarta que haya más presión sobre el dólar e incluso más presión inflacionaria.
«Pero la gente ha estado ganando mucha plata en los plazos fijos con respecto al dólar, en el carry trade. Y como la gente lo ve contra el dólar, entonces eso lo alinea un poquito más, tiene esa lógica», agrega.
El crédito se despereza
Una situación que el gobierno debe estar festejando a estas horas es que los bancos empezaron a publicitar no solamente las bajas de las tasas pasivas, sino también las de los créditos.
Empezaron a llegar a las casillas de e-mail de los clientes las clásicas promociones de líneas para consumo o inversión, precedidas del aviso «Bajamos las tasas».
Y en el sector productivo también se empezaron a publicitar créditos con un recorte de tasas. El Nación, obviamente, salió en punta para marcarles el camino a los privados: su «Promo Expoagro», que antes ofrecía crédito a 80%, ahora cobra 56%, mientras que la «Promo lanzamiento» cayó desde el 68% al 44%.
Era un escenario que algunos analistas de negocios estaban reclamando, como el influyente Salvador Di Stefano, que asesora a empresas del agro.
«El gobierno debería bajar la tasa de interés para reactivar la economía, Si no lo hace, dejaría a los agentes económicos fuera del alcance de un crédito que ayude a recomponer sus finanzas, ya que, a los problemas de ventas en el mercado, le agregamos un crédito que es caro y poco ayuda a las empresas», manifestaba durante la realización de ExpoAgro.
De hecho, en ese evento, se concedieron créditos por más de u$s2.000 millones, y una de las quejas entre los productores era que encontraban todavía muy altas las tasas.
«Es cierto que en un escenario de economía con menos regulaciones la tasa de interés tiene que ser positiva frente a la inflación. Sin embargo, en esta coyuntura podría ser nociva para que la economía se recupere. Por otro lado, deberíamos ir a un escenario económico en donde la tasa sea fijada por el mercado y no el Banco Central», afirmaba Di Stefano, uno de los pocos que públicamente abogó por la baja de las tasas.
El dólar se mueve: ¿estaba planeado?
Finalmente, está el tema cambiario, uno de los temas más sensibles ligados a las tasas. Por lo pronto, quienes alertaban sobre el rebote del tipo de cambio parecen haber recibido una confirmación de su pronóstico. El dólar MEP tuvo una recuperación de 5,5%, mientras el «contado con liqui» subió un 4,4% y el blue -que suele moverse con más rezago- aumentó un 2%.
Esto deja planteada la duda sobre si se tratará de una reacción de única vez o si será un cambio de tendencia. Quienes apoyan al gobierno creen que la política de absorción de pesos, unida a las limitaciones que impone el cepo cambiario, harán que este movimiento encuentre su techo.
En todo caso, lo que muchos se preguntan es si una suba del dólar es un «daño colateral» de la medida de recorte de tasas o si se trata de un efecto buscado, en un momento en el que se escuchan preocupaciones por el alza de todos los precios de la economía, medidos en divisas.
Para el economista Gabriel Caamaño, de la consultora Outlier, el gobierno incurre en una contradicción al intensificar su política de «licuación» al mismo tiempo que se pretende una baja de la inflación anclando al dólar oficial en su lento crawling peg de 2% mensual.
«Esa contradicción se resuelve vía mayor ritmo de apreciación real del tipo de cambio oficial», argumenta Caamaño, que señala una mayor inflación de bienes no transables -es decir, los servicios- al tiempo de la creación endógena de dinero por el canal del crédito.
«Al fin y al cabo, tasa negativa nunca puede ser indicador de política monetaria contractiva. Será una cuestión para resolver cuando se quiera unificar, y si no se resuelve ahí, será algo con lo cual habrá que lidiar después», advierte.