Marcos Victorica 

15 de febrero de 2024

Un puente al futuro o un túnel de regreso a la Edad Media, esos son los escenarios posibles. Como en el clásico juego de “escaleras y serpientes”, podemos caer en la casilla de regreso a ser solo un país agroexportador, o podemos trazar un puente directo que nos lleve al futuro de prosperidad y crecimiento. El problema que tenemos frente a nosotros es que no estamos proyectando el mañana y, en consecuencia, estamos desperdiciando el presente.

Argentina está frente a un desafío inédito porque hoy tenemos herramientas tecnológicas que cambian por completo las reglas. La inteligencia artificial potenciará la educación y la salud pública llevándolas a niveles inimaginables hace un par de décadas. La forma de trabajo también se transformará haciendo cada vez más productiva la hora hombre y por lo tanto el nivel y calidad de vida – adiós a la alienación de trabajar en las líneas de producción. La noticia es que el futuro ya empezó y podemos sumarnos a él. Solo depende de nosotros; de la mirada que nos proyectemos desde hoy.

La característica distintiva de lo que viene es la velocidad de aceleración. Si miramos hacia atrás, vemos que en pocos siglos la humanidad aumentó su capacidad de sobre vida 53 veces, pasó de 150 millones de habitantes a más de 8.000. Comparada con la historia del Homo Sapiens, la velocidad con que se acerca el futuro representa minutos, o quizás segundos.

Esto pasa porque, cuanto más nos conectamos y nos interrelacionamos, más rápido avanzamos. Promediando los 90′ había 50 millones de personas conectadas a la WEB, ese número hoy asciende a 5.000 millones, dos terceras partes de la humanidad. La mayoría de ellos prácticamente no escribía en su vida cotidiana, actualmente, diaria o semanalmente, algo teclean. La implicancia en el desarrollo neuronal es monumental, 4.900 millones de humanos ejercitan su cerebro con una intensidad inédita.

Un ejemplo histórico de la relación entre tecnología y la capacidad humana es el invento de la bicicleta que incrementó la práctica del equilibrio. También le dio la posibilidad de ir más lejos, compartir información y aprender de otras culturas. Hasta entonces la mayoría de los pueblos se relacionaban con quien podían encontrar caminando.

En la actualidad, las grandes vías de intercomunicación, sin fronteras ni límites de tiempo también exigen por parte de los países mayor rapidez de adaptación. Un teléfono celular actual tiene más capacidad de procesamiento que todas las computadoras juntas que llevaron el hombre a la luna.

El mundo hispano debe afrontar este desafío sin demora. El riesgo de la obsolescencia intelectual es que los “mejores”, los más preparados, los profesionales, se irán en busca de subir al puente que conduce al futuro.

Latinoamérica y Argentina tienen que comenzar a construir su puente al futuro. El país tiene que fijar la vista en la oportunidad que el avance tecnológico le ofrece, trazar una diagonal por sobre los grandes esfuerzos para superar la crisis actual y enfocarse en la escalera directa que lleva a la cima. En una situación en la que “falta todo”, lo mejor es no perder tiempo y empezar a construir directamente lo que ya se sabe que es mejor.

El punto de partida es la información, la educación y formación de profesionales capacitados. Singapur apostó a estabilidad y educación. En 1960 tenía USD 400 per cápita de ingreso, hoy tiene USD 66.000 y realiza 2.600 consultas por persona a inteligencia artificial. Argentina apostó a la inflación y la demagogia, pasó de USD 2.000 per cápita en 1960 a USD 12.000 y realiza solo 250 consultas a inteligencia artificial. EE vs ID (estabilidad y educación versus inflación y demagogia).

La cultura es el motor del crecimiento y perfeccionamiento. Quedarse atrás es descender a la Edad Media del mañana. El futuro ya llegó

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