Pienso, luego privatizo
Dada la crítica situación económica que estamos viviendo, es sumamente importante hacer un Estado más eficiente (sin perder de vista el contexto social), esto es, incrementar los ingresos y ser muy estrictos con los costos y gastos fiscales.
Ante la falta de opciones para aumentar los ingresos, Milei propone la privatización de todas las empresas públicas (independientemente si son deficitarias o superavitarias), que cuando encima son empresas deficitarias generan un doble efecto positivo: ingresos por su venta (privatización) y eliminación del déficit que venían generando.
Por el contrario Sergio Massa durante su campaña quería mantener todas las empresas públicas (por más que fueran deficitarias), incluso quería crear una nueva empresa estatal para administrar las represas del Comahue.
De mi parte considero que no tiene que ser “blanco o negro”, que hay punto intermedios a los que podemos llegar. Si la empresa es superavitaria, no hay ninguna necesidad de privatizarla. Si es deficitaria, hay que sanearla y hacerla eficiente primero, salvo que el costo (en tiempo y en recursos) sea muy alto. Si no pueden ser saneadas en tiempo y forma, la mejor opción será su privatización. O incluso su cierre si nadie pretende adquirirla. Las empresas que vayamos a privatizar deberán contar con un proceso transparente evitando negociados con empresarios “amigos” ni las grandes falencias que hubo en los 90s, en donde los precios de venta estuvieron muy por debajo del precio de mercado. Un tema no menor, es dejar bien en claro qué se va a hacer con los ingresos de dichas privatizaciones.
Deberíamos debatir qué pasa si una empresa es deficitaria pero muy estratégica, ya sea por los recursos que genera (petróleo, gas, litio, etc). Si su valor estratégico alcanza a compensar las necesidades básicas de la población que hoy no están teniendo.
El caso puntual de YPF que posee una deuda acumulada al tercer trimestre del 2023, de 8.153 millones de dólares, y que a su vez los daños económicos por la expropiación (en el gobierno de Cristina Fernández) ascienden a 16 mil millones de dólares. Valor muy por encima del valor económico de YPF. Por ejemplo si tomamos su capitalización de mercado (valor de la acción de YPF multiplicado por la cantidad de acciones en circulación) es de 7.200 millones de dólares.
Otras empresas deficitarias, en orden de mayor a menor, son Enarsa, OFSE (Operadora Ferroviaria Sociedad del Estado), Aerolíneas Argentinas, AySA, Correo Argentino, etc. OFSE cuenta con casi 24.000 personas trabajando, para la poca cobertura a nivel nacional de trenes, y un déficit de más de 300 millones de pesos para 2023. Enarsa por su parte acumuló más de 500 mil millones de pesos en pérdida y Aerolíneas Argentinas con un rojo de más de 150 mil millones de pesos en 2023, incluso aumentando su planta de personal hasta llegar a casi 12.000 personas.
Entre las empresas superavitarias se encuentran AGP (Administración General de Puertos) que con una mayor cosecha de cereales este año tenga incluso mejores números. Y Nucleoeléctrica Argentina (NASA) generadora de energía eléctrica argentina que opera las centrales nucleares de Embalse y Atucha I y II.
De continuar esta situación, se espera que a fines de 2024 lleguemos a un déficit acumulado de todas las empresas públicas de más de 5 mil millones de dólares (valor similar al histórico de años anteriores). Imaginemos cuanta ayuda al crecimiento socioeconómico podríamos tener con ese dinero.
Este análisis es mucho más largo y complejo, pero que nos sirva de puntapié para saber dónde estamos parados en esta gran crisis. También sería muy importante preguntarnos por qué llegamos a tener tantas empresas deficitarias, por qué se estuvieron financiando con emisión de dinero sin respaldo, por qué disponen de una flota de vehículos tan alta, por qué la planta de personal siguió subiendo, por qué los sueldo son tan elevados en estas empresas en comparación con el sector privado, o del sueldo de un docente, médico o policía. Ni hablar de una jubilación mínima.
Nos vemos en el próximo artículo, para seguir pensando y debatiendo.